Todos los días nos enfrentamos a tomar decisiones. A veces nuestras emociones nos impiden evaluar adecuadamente la situación y nos dirigimos hacia la decisión equivocada y precipitada. Compartimos una historia instructiva que te recordará por qué no debemos apresurarnos.
La parábola del rey y el halcón
Había una vez un rey que tenía un hermoso halcón. El rey estaba muy apegado al ave y siempre que iba de caza se la llevaba consigo. Un día, mientras cazaba, el rey vio un ciervo. Lo siguió hasta el interior del bosque, separándose de muchos de sus sirvientes.
Atrapó al ciervo, pero tenía sed y no tenía agua. Mientras montaba su caballo y buscaba agua, llegó al pie de una gran roca. Vio que el agua goteaba lentamente desde su parte superior. Sacó un vaso y empezó a recoger el agua. Goteaba lentamente, pero el vaso se estaba llenando.
Cuando quiso beber, el halcón tiró la copa. El rey estaba muy enojado y comenzó a recolectar agua nuevamente. Y la segunda vez que trató de beber, el pájaro tiró la copa. El gobernante agarró al pájaro y lo golpeó varias veces hasta que cayó inmóvil.
Llegaron los sirvientes y el amo les dijo que tenía mucha sed. Uno de ellos sacó un pequeño frasco de agua y lo vertió en la copa, pero el rey le dijo que subiera a la roca y le trajera un poco de agua clara.
El sirviente subió a la roca, encontró la fuente de agua, pero qué vio. Al final de la roca yacía una serpiente venenosa, cuya saliva se mezclaba con el agua clara.
El sirviente se asustó mucho y le contó al rey lo que vio, y no pudo ni beber un sorbo del agua limpia. Empezó a compadecerse del halcón que mató, el amado pájaro que trató de salvarle la vida.